Había una vez un amor gigante por lo natural
Había una vez un amor gigante por lo natural
El deseo!, la magia ficcional del deseo
Un anhelo profundo y extendido
Aquel abrazo imaginado como eterno y solidario
Una siesta,… dormir en la tranquilidad del fin del exterminio animal Tarea cumplida y sueño alcanzado
La cercanía y el contacto… la caricia
Una convivencia: la gran apuesta por otra economía de relaciones entre lo animal y lo humano
Qué tranquilidad soñarse precisamente haciendo y estando donde se está! Soñarse durmiendo, el sueño que se come la cola, un sueño uroboro Aquello que es genuino se convertirá en una estrella eterna y titilante, como un ojo gigante en el cielo de la noche
Nos pensamos a nosotres mismes en tanto diferencia?
Escribe Agamben en su libro “Lo abierto”, capítulo Cognititio experimentalis: “Si vida animal y vida humana se superpusieran perfectamente, ni el hombre ni el animal -y tal vez, ni lo divino- serían pensables”
Pocos párrafos después cita a Tomás de Aquino:
“en el estado de inocencia, los hombres no necesitaban de los animales para ninguna necesidad corpórea. No para cubrirse, porque no se avergonzaban de su desnudez, desde el momento en que no había en ellos ningún movimiento de desordenada concupiscencia. No para alimentarse, ya que obtenían su nutrición de los árboles del Edén. No como medio de transporte, a causa de la robustez de sus cuerpos. Más bien, tenían necesidad de ellos para obtener de su naturaleza un conocimiento experimental”
Había una vez un compromiso que se firma con la belleza de una imagen pintada Había una vez…
Había una vez… así comienzan los relatos que nos hemos pasado de boca en boca Frase introductoria y retrospectiva… vamos por el “será alguna vez”, frase esta vez proyectiva de un programa que ponga a prueba la potencia de una comunidad posthumana
Amén!
Fernanda Alvarez D’Ielsi, 2021