El país de Magui
La dura vida campesina en la Edad Media engendró fantasías sobre otras vidas, más confortables y placenteras. Una de ellas era la del País de Jauja, un lugar imaginario donde la comida abundaba y estaba a completa disposición de las personas. Pieter Brueghel el viejo materializó ese deseo en la obra “En el País de Jauja” (también llamada “La Cucaña”, 1567): en ella vemos a tres hombres reposando satisfechos en un entorno repleto de comida que brota de los árboles, cae del cielo, o simplemente –como en el caso del huevo con patas y cuchara dentro– se ofrece generosa para su degustación.
Las condiciones de vida en las ciudades actuales no deben parecerse mucho a las de la Edad Media. La comida y el confort se ofrecen por doquier, aunque muchísima gente pase hambre. Sin embargo, la sobreabundancia urbana pareciera habernos alejado del vitalismo y la serenidad.
¿A qué lugares imaginarios nos gustaría ir?
En su más reciente serie de obras, tal como Brueghel, Magui Trucco pinta un deseo, lo conjura en el lienzo, para ver cómo sería. Es su deseo, pero bien puede ser el de muchxs otrxs. En ellas aparece una chica, quizás ella misma, durmiendo la siesta plácidamente sobre la hierba, en un entorno bucólico. No está sola, la acompañan diversos animales, que también duermen acurrucados, despreocupados de si son presas o cazadores unos de otros. En el instante que la pintura captura, descansan de ser. Están ahí.
Si en series anteriores Magui pintó lejanos corales y paisajes subacuáticos para tenerlos más cerca, aquí se concentra en la fauna autóctona del litoral argentino. Mucho más próxima, pero aún distante.
El confinamiento al que nos obligó la pandemia evidenció cuán estéril y gris es la vida en la sucesión de espacios interiores que conforman la ciudad. En este sentido, las obras son un grito desesperado por estar más cerca de la naturaleza, aunque se presente como mudo, bajo la apariencia de una forzada armonía.
El espectador desconfía de la fantasía que la obra monta, y le pregunta: ¿cómo sería posible esa escena?, a lo que la pintura le retruca: mirá a tu alrededor, ¿cómo es posible la vida que llevas?
¿Por qué la vida humana aspira a la urbanidad como meta máxima?
Si las pinturas de Magui acercan anhelos lejanos, quizás debiera llamarnos la atención que esta vez intente traernos algo que tenemos tan cerca.
Ciudades, fundadas para odiar.
Ciudades, tan altas, ¿para qué?
Ciudades, cadáveres de pie.
Ciudades, al polvo volverán.
Si aquí la estrella no se ve jamás,
de aquí la tierra, el ser y el sol se irán,
y reinará la soledad total,
que escrita fue la destrucción final.
Ferrer, Piazzolla, Las ciudades
Valentín Demarco, 2021