El pan que se amasa
En esta vida todos vivimos bajo el signo de la contradicción. Hacemos lo que podemos para seguir adelante. Es lindo pensar la pintura como un espacio de fantasía personal donde podemos proyectarnos de la manera que creemos que nuestra vida podría ser más amigable. Un sueño, una idea, un deseo, o un chiste. Pero la pintura no es la vida, es la pintura pero también a veces es la vida. Es y no es, y ahí está su poder o mejor dicho su capacidad. En ese metro cuadrado podemos llevar adelante nuestro programa poético y contagiar nuestra existencia. Una existencia que es contradictoria. Decimos lo que podemos, negociando con el pudor, la alegría, el deseo, los amigos, y el dolor: todas las cosas que consideramos que forman parte de nuestro repertorio vital. A veces pasa que las cosas que nos son comunes y verdaderas como la filiación religiosa, nos dan pudor. Pensamos que son algo que tenemos que ocultar. Y no. Cuando dejamos de negociar por un rato con nuestros fantasmas y podemos llevar adelante ese programa problemático, vital y soberano que es contarnos la vida a través del arte, que es difícil pero no imposible, nos damos cuenta de que cuando ocurre es simplemente hermoso, como un perro durmiendo al sol.
Santiago Rey, Agosto 2021