Entre la visión panorámica y el bouquet

Entre la visión panorámica y el bouquet. El paisaje es una forma sensible, un estado del alma que permite el descanso en medio del trajín social. 

El bouquet, la ofrenda, el ikebana. El arte de organizar la naturaleza dentro de la casa induce a la invocación de un paisaje en un encuentro ideal.

La luz baña y acompaña, se desliza entre colores pastel creando un clima de siesta. Filtran la mirada para armar el relato en el intento de comprender a qué llamamos naturaleza y a dónde nos ubicamos como especie. Todo cambia cuando cambia el color.

El tiempo se retarda y nos deja respirar. La vivencia es de ensoñación, de amanecer o crepúsculo. Espacio, tiempo, luz y sonido provocan una continuidad que nos envuelve y arrulla.

Lo que vive en las profundidades se hace superficie y pantalla. 

El tiempo del observador se extiende. Es así como el paisaje se agranda, continúa y es en sí mismo. El estado  de suspensión del yo coloca al sujeto en contacto con la obra. 

La hamaca es un elemento de descanso, un objeto en movimiento, colgante, sin pies firmes sobre la tierra. Activa el punto de vista por medio de su balanceo. Mover de un lado a otro una cosa que cuelga u oscila.

Hacer cuerpo la experiencia mutante del tiempo y el espacio. 

Tanto arriba como abajo siempre es presente, determina el modo de anclaje frente a la obra. Un tiempo que va y viene. Lo que se ve de arriba a vuelo de pájaro.

Entender la energía del cielo, la energía de esa agua sagrada nos bendice de la cabeza a los pies. Perseguir el cielo y el agua, traerlos a casa. Una respuesta a la maravilla de la inmensidad.

Diana Aisenberg, 2023

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